sábado, 20 de marzo de 2010

Día 6 Herguijuela – Quintana de la Serena


Nos despertamos tarde, a la 9:45. He dormido de vicio. Preparamos el desayuno. Te con galletas y leche condensada, pan, yogur y a funcionar. Cada vez tardo menos en preparar el equipaje aunque ya estoy pensando en la siguiente remesa de cacharros a mandar para casa. Llevo demasiados trastos, con el dia a día se va aprendiendo que te hace falta y que no. Ya me pasó lo mismo en la Transpirenaica, al principio con el miedo a lo desconocido íbamos sobrecargados, pero rápido vas aprendiendo lo que usarás y lo que no.

Le tengo que devolver las llaves a la cocinera de la residencia de ancianos que está junto al ayuntamiento y aprovecho para pedirla que nos rellene el  botecito de aceite de oliva. Cosa que hace amablemente.

El día está como ayer. Ventoso y amenazando lluvia. Nos ponemos a rodar contra el viento a buen ritmo. Pretendemos avanzar lo mas posible con la intención de llegar a Monesterio mañana. Aun quedan mas o menos 200 kms. Según se nos de el día ya veremos.
Rodamos rápido hasta llegar a Azorín, luego cogemos una comarcal, que resulta ser la perla del día.




Es un carreterucha estrecha y sin tráfico que poco a poco nos deja ver a sus margenes, cigueñas, cerdos, ovejas, campos de cultivo, algunos muestran las secuelas de la cantidad de lluvias de este invierno. Ha sido un tramo muy divertido y ameno de pedalear que termina cuando llegamos a la carretera que nos acercará a Villanueva de la Serena. Ya tengo ganas de llegar para descansar un poco y comer.

Toda la mañana el lluvia era una amenaza, pero ahora es una realidad. Entrando en Villanueva arrecia, nos refugiamos en la estación de autobuses de este industrial pueblo.

Nos comemos por fin la ensalada de atún en lata que lleva Raymon desde Madrid mientras somos observados indiscretamente por los viajeros que esperan sus respectivos autobuses.

Siempre me han gustado las estaciones de autobuses y de trenes. Tienen una magia especial.
Supongo que siempre que estoy en una es para iniciar o finalizar un viaje. Me gusta observar a las gentes que vienen y van. Toda distinta, con distintos destinos y motivos. Unos divertidos, otros preocupados, perdidos, jovenes en grupo, viajeros solitarios, mujeres demasiado maquilladas, abuelitas enlutadas, parejas amorosas, trabajadores, busca vidas... Ahora los observados somos nosotros.


Esperamos que escampe la lluvia mediante una “sobremesa” de charla contándonos anécdotas de otros viajes y demás batallitas.

Continuamos nuestro camino. Ya estamos de nuevo contra el viento. El viento es el peor enemigo del ciclista. El problema es mas psicológico que otra cosa. Es duro ver que en un llano lo vas dando todo y en el cuentakilómetros ves que vas a 12 km/h. La cosa se complica en las carreteras onduladas como la que llevamos. Menos mal que las vistas son muy bellas, extensos campos verdes llenos de florecillas amarillas y mucho ganado. El típico paisaje de dehesas.

Ponemos como destino Quintana de la Serena al cual llegamos pasadas las siete de la tarde. En el cuartel de la Guardia Civil nos dicen que en 30 minutos nos llaman para confirmar que hay sitio en un albergue local. Nos vamos a buscar víveres.
Ya es de noche cuando la llamada nos dice que no hay sitio en el albergue. No tenemos sitio donde dormir ni hemos encontrado tiendas abiertas, así que decidimos cenar en el bar “El lago” mientras vemos el partido del Real Madrid.

Tras unas cervezas, cuando el dueño del bar cierra, nos vamos a una obra abandonada en la que nos acomodamos y en donde dormimos molestados solamente por el croar de miles de ranas del estanque cercano a nuestro improvisado hotel.
Llevamos 6 días seguidos de pedaleo y 5 sin ducharnos, creo que ya va haciendo falta. Mañana queremos llegar a Monesterio. 111 km. Ya veremos.

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