sábado, 24 de abril de 2010

Día 36 Ain Leuh – Khenifra

Día 36 Ain Leuh – Khenifra

He dormido de vicio. Recogemos sin prisa y bajamos a desayunar. El desayuno ya casi es una tradición. Café con leche y pan tostado o bien con miel o huevos o mantequilla. Muy rico en todas sus variantes.

Ya sobre la bici, comenzamos la jornada. Los primeros km serán coincidentes, así que los tres rodamos juntos. No me ha quedado muy claro el destino para hoy de Raymon y Elena, pero el mio es Khenifra y está muy lejos. En las primeras rampas me adelanto, si quiero llegar de día tengo que apretar un poco el ritmo. Les espero bajo un espectacular cedro y me despido de ellos. Repaso un poco mis motivos de la separación y nos despedimos Raymon y yo con un fuerte y emotivo abrazo. Han sido unos días inolvidables y mágicos, pero creo que toca pasar página.

Entre la emoción, la pena y los nervios de la despedida le meto un arreón a la bici e inconscientemente me pongo a todo lo que doy durante  4 o 5 km. Voy triste, confuso, tengo que trazar un nuevo plan. No me apetece ir a Dakar, tampoco quiero volver ya a Madrid. Muchas ideas se me cruzan en la cabeza, ninguna clara. Solo se que las decisiones no se pueden tomar ahora. De momento mi destino es Khenifra y aun está muy lejos. El día está frío y amenaza lluvia.

Ya mas relajado comienzo a disfrutar de la nueva sensación. El paraje es grandioso, estoy metido en las estribaciones del Medio Atlas y rodeado de enormes cedros centenarios. La carretera es buena, solitaria y empinada. La voy recorriendo ligero, sin prisa, paro a hacer fotos, comer, mas fotos. Eso si, el pedaleo es mas intenso que cuando íbamos los tres. Estos tramos los disfruto mucho. Ya estoy mas relajado.

En una rampa en la que subía a 8 km/h aparecen unos niños de unos 10 años como todos los niños que me encuentro en el camino me piden un bolígrafo, un bombón, un euro. Les digo que no y uno de ellos se agarra a la bolsa de manilla y casi me tira. Le doy un manotazo para que suelte la bolsa y se pone a chillar. Aprieto un poco la pedalada y comienza a caerme una lluvia de pedruscos que me pasan rozando la cabeza con una fuerza sorprendente. Los cabrones corren detrás de mi lanzando piedras, hasta que una me pega en todo el omóplato y otra en los riñones. Me dan ganas de pararme y de inflarlos a palos, pero continuo subiendo el rampón a todo lo que doy apretando los dientes por el dolor y el esfuerzo. Ellos, ya mas lejos siguen lanzando piedras.
Me da asco, quien o que coño les ha metido en la cabeza a estos niños que los extranjeros somos una caja que va repartiendo euros. Sospecho que los niños no pedirían nada si supieran que no hay nada. Pero seguro que algún capullo va por esos montes y aldeas dando euros y caramelos a los niños como si eso les hiciera mas felices o y lo único que generan es esta especie de frustración y de rabia al extranjero que no da nada.
No me veo la espalda, pero no parece serio, así que continuo mi pedaleo en un continuo sube y baja que poco a poco me acerca a mi destino. Hace un frío de pelotas que me impide disfrutar del todo del bajadón hacia Khenifra.

Un enorme abrazo a un enorme arbol

Entro en la población en busca de hoteles y en seguida veo uno con buena pinta. El ir solo encarece en un euro por noche la habitación, pero que le vamos a hacer. Ducha tremenda, paseo por el pueblo en busca de cena. Mientras ceno veo el partido en la tele y a dormir que estoy un poco machacao.

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